La lucha contra la corrupcion merece ser mirada de manera mas amplia y abarcante de los sectores publicos y privados. La reciente crísis financiera demuestra la urgente necesidad que los medios de comunicación sean tan severos en auscultar al ámbito privado de los negocios y reclamar que el estado cumpla con su labor fiscalizadora.
Del otro lado del mostrador Benjamín Fernández Bogado *
La poderosa empresa alemana Siemens tuvo que pagar recientemente millones de dólares, pues se comprobó que recurría frecuentemente a sobornos para hacerse con millonarias licitaciones en EU y otros 12 países. La propia fiscalía de Munich le ha pegado el carpetazo previo pago de 395 millones de euros. Esto viene a comprobar varias cosas.
Por un lado, la corrupción es un tango que, como tal, se baila de a dos. Debe existir un Estado dispuesto a recibir lo que una empresa privada, en este caso la Siemens, esté dispuesta a pagar para hacerse con contratos desde telefonía hasta provisión de equipamientos médicos.
El encargado de la empresa lo único que lamenta en un reportaje aparecido recientemente en el diario El País de Madrid es que los administradores anteriores no “hayan tenido la cortesía de avisarle antes”. Por otro lado, en la misma entrevista el entrevistado no concibe trabajar en varios países si no logra “aceitar” la maquinaria estatal de turno.
Es una explicación cínica que viene de un país que es sede de la organización no gubernamental Transparencia Internacional, que anualmente califica el comportamiento de los Estados en relación con la percepción que sus ciudadanos tienen sobre la corrupción. Y algo más, de un país que asentía hasta hace unos años la legalidad de colocar en los balances oficiales los montos pagados en sobornos para hacerse con jugosos contratos.
Varios países latinoamericanos están en campaña para recibir compensaciones como la que obtuvo el gobierno de EU, que previo pago de 585 millones de dólares, podrá limpiar a Siemens su historial de los cargos de cohecho y falsificación de libros contables.
Se espera ahora que la justicia de nuestros países actúe de igual forma que la estadounidense para recibir algo de compensación en metálico, que sirva finalmente como elemento disuasorio para futuros hechos similares con empresas privadas que contratan con el Estado.
Se espera, sin embargo, que esto no inhiba de responsabilidades a los funcionarios públicos de los cargos de complicidad para que sean sancionados ejemplarmente, como corresponde.
El debate sobre la corrupción había puesto mucho énfasis en la debilidad y complicidad del sector público, puesto en perspectiva en torno al comportamiento aliado que se da de igual manera en el sector privado. Este caso, ventilado en tribunales estadounidenses y alemanes, abre una interesante jurisprudencia a nivel internacional y equilibra en cierta forma el énfasis que se había puesto únicamente sobre uno de los actores de la corrupción que genera pobreza y subdesarrollo en nuestros países.
La corrupción tiene ahora un nuevo frente de batalla, las corporaciones locales e internacionales, a las que la impunidad había puesto a resguardo mientras el debate se concentraba únicamente en el gobierno y sus administradores.
Es probable que estos temas cobren una vigencia aun mayor, pues la crisis financiera muestra hoy el grado de codicia que rodeó a muchos de sus administradores, dejando no solo al sector privado fuertemente golpeado sino poniendo en riesgo la estabilidad económica del mundo.
Es tiempo de retornar la mirada hacia todos los actores sociales que generan riqueza y tienen la obligación de adecuarse a normas éticas y jurídicas, demostrando al mismo tiempo que están expuestos a castigos severos por la violación de las mismas.
Siemens pagó para blanquearse, pero claramente el mensaje ha sido que a partir de ahora los que corrompen son tan responsables como los corrompidos.
Knight Internacional Journalism Fellow
Artículo aparecido en la Revista "Transparencia y corrupción" del mes de febrero de 2009 en Ciudad de Mexico,